César Brito González
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Periodista freelance en retirada. Colegiado #0600044 en Castilla y León. Podcaster en Homo Autónomo (Discontinuado en 2021). Guion y producción de podcast en 100toVolando Producciones. Quiero ser bon-vivant pero aún llevo la 'L'.
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Hijos y nietos de franquistas, deseosos de una España parecida a la de entonces, hay algunos más. Que podríamos aligerar también por ahí, digo.
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Usa esa hojilla con las yugulares de las personas discrepantes. Como idea.
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Ha hecho esas declaraciones en un podcast que antes era interesante, que alcanzó la «fama» por serlo, pero que ha elegido la senda del amarillismo y el clic o la escucha fácil. Es una lástima.
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Su madre murió antes que él, pero tardó poco tiempo en seguir el mismo camino. Nadie me podrá convencer de que su historia es una de desamor y corazón roto mal gestionado.
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Cuando salgo al balcón a tender puedo ver su terraza. Ahora su piso lo ocupa su hija —ya una mujer de mediana edad— junto a su novio o marido, no lo sé. Nunca hemos cruzado palabra. A veces me dan ganas de gritarle «Tu padre era un buen tipo y te quería, pero no sabía decírtelo».
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Sus últimos días el blanco de los ojos no era blanco, sino amarillento. También la piel. El hígado dio contadas señales de alarma mucho tiempo. Se reventó bebiendo y fumando en ese sofá delante de la tele.
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Cumplíamos años el mismo día. Me llamaba siempre, o le llamaba yo. Llamada corta, insultos de machito, bromas y chascarrillos castizos. Lo dicho: adordable.
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Como buen castellano no era de palabra fácil. Tampoco de gesto amigable, aunque era entrañable a su modo. A mí me llamaba «gitano» y «pies negros», solo por venir de una parte del mapa cercana a África.
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Además de lo de los bares se calzaba casi 100 latas al mes y 30 litros de vino, más dos cajas de Camel al día. Los últimos años ni siquiera dormía en la habitación que había sido del matrimonio. Se quedaba dormido en el sofá delante de la tele.
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El piso en el que vivía con su madre era de su propiedad, así que no tenía lujos, pero tampoco apreturas. Todo su dinero lo gastaba en los bares y en el colmado del barrio, comprando cervezas y vino de cartón. Una plancha de latas a la semana y un cartón diario. Más el tabaco.
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El divorcio acabó con él. Cuando lo conocí llevaba muchos años separado y sin oficio conocido. No sé de dónde sacaba la pasta. Su madre era muy mayor, él debía tener cincuenta y pocos, cuando llegué al barrio. A pesar de sus 200 kilos y su ademán agrio, la madre lo trataba como «su niño».
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No sé cuánto duró su carrera, ni si tuvo más trabajos. Si sé que se casó y tuvo una niña. Hablaba de ella de manera pasivo agresiva, del mismo modo que lo hacen esas personas que son sensibles, pero no quieren o saben mostrar afecto. La adoraba.
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Había sido guarda de seguridad, después de hacer la mili. La vida castrense le venía de cuna, porque su padre había sido militar, creo recordar. Desconozco la graduación, pero cuando murió dejó una pensión razonable para él y para su madre.
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Sigue habiendo en mi memoria personas e historias de vida que molaría contar de alguna manera en algún relato, en un libro, una colección de perfiles... Recordé hoy a uno de mis vecinos del barrio.
Reposted by César Brito González
monontiveros.bsky.social
Llevo un montón de años trabajando de cara al público, estoy en la directiva de una asociación de artistas, trabajo en un bar en el pueblo más facha de España y nunca jamás en toda mi vida le he dado una hostia a nadie. ¡Pues ni entre los 10 primeros para el Nobel de la paz estaba!
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No le deseo mal a nadie, porque no. En serio. Eso sí, cuando Antonio Garamendi, fruto del devenir biológico normal o de alguna desgracia, abandone este plano de existencia... No lo celebraré, pero no me pondré triste, tampoco.
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Pues me parece una fantasía, porque se me hace difícil. Con el polaco, que también...
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A ver, a esta pija le han jodido el viaje, esto es evidente. Y la frustración y el miedo de que puedan hacer de tus cosas lo que quieran... pues una mierda como el sombrero de un picador. Además que cualquier hurto o robo es un ataque a la intimidad de uno que me parece una barbaridad de mal.
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La Parca no perdona, ni anda mirando número de influencers. «Mocha parejo», que dicen en México.
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Además de estar convencida de que la «sustracción» ha sido involuntaria y la persona involucrada está removiendo cielo y tierra para devolverle su maleta —apuesto que de buena marca— para que pueda dar su conferencia con sus «zapatos de la suerte». Sí, era uno de los elementos que llevaba.
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A pesar de que reconozco que le ha pasado una putada a esta señora, me ha hecho gracia que crea firmemente que todo el mundo que la rodea es como la muchacha de Ecuador o Filipinas que le pasa el trapo y le plancha los modelitos.
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... Resulta enternecedor las soluciones que le proponía a la aerolínea. Entre otras, hacer uso de TODOS los datos de correo electrónico de TODO el pasaje «para enviarle un correo a los pasajeros, que eso seguro que lo pueden hacer», para que le devolvieran su maleta por la cara.
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Evidentemente le han mirado con cara del meme «Pero ¿Usted quién es?», porque no habían extraviado su equipaje sino que se lo habían sustraído en las narices. La verdad es que da mucho coraje, porque es algo que te jode el día, y la semana pero...
Meme «Pero usted quién es», un clásico de Internet.