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Se acerca el cumpleaños de nuestro caballero favorito y queríamos celebrarlo por todo lo alto! 🗡🎂
Durante estos días tendréis disponibles una serie de prompts que podréis usar para crear ilustraciones, relatos o lo que se os ocurra!
Recordad usar #SashaDeCumple #ireneversarte
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Todos los quintos, sin faltar ni una sola semana, atravesaba la ciudad para visitar el oratorio del patrón de los animales, Haasevi, dejando como ofrenda algo de fruta robada del castillo dispuesta a sus pies.
Y por eso tres eran los tablones en la cruz, simbolizando un cuerpo perfecto.
Pero una vez Rarra me dijo que un caballero no solo protegía a su rey de los demás, sino también de sí mismo. Que un caballero protegía a su rey de lo que sentía y de lo que quería... Y no he estado cumpliendo mi deber.
Había dos lunas en la sala del trono, pero solo una de ellas nadaba en el cielo.
Venfica olía a horchata y caramelo fundido.
Por un lado se alegraba de no estar volviéndose loco. Por otro, se preguntaba si no era ya demasiado tarde como para recuperarse.
Por supuesto. Por supuesto que los elementos serían tan retorcidos como para hacer de ella la razón de su caída.
¿Y cómo era Sera?
—Como enfrentarse a un rayo de sol. Ni podías vencerle ni querías hacerlo.
Ah, Sasha. Si no le había dejado entrar era porque no habría soportado verlo otra vez (bastante tenía ya con la ingente cantidad de piel cobriza que había tocado en sueños).
De pronto, el mundo se tornó gris, vacío, desprovisto de los suaves murmullos de los elementos, siempre tan cerca de él. Ya no los oía, porque había encerrado su magia, la de los dos, allá donde Nize no pudiera encontrarla.
Era su cara. Era Sera. Lo único que no cuadraban eran sus ojos, oscuros y castaños.
Todo era marfil bajo la carne.
-Tus huesos. Voy a construir un mausoleo con tus huesos. ¡Con todos vuestros huesos!
Todo era marfil bajo la carne.
-Tus huesos. Voy a construir un mausoleo con tus huesos. ¡Con todos vuestros huesos!
Sasha era lo único que lo mantenía cuerdo.
A los humanos les faltaban miembros, ojos, sentidos, colores. Les faltaba todo. Y por eso rezaban en la penumbra, donde las sombras escudaban a los dioses de contemplar lo horripilante de sus cuerpos amputados.
Los oídos de Rako captaron con total claridad el chillido agudo de una Sera de doce añitos («¿¡No tienes frío en las piernas!?) y la risa corta y brusca de ner Aren al contestar («¿Frío? ¡Pero si estamos en verano, niña!»).
Aprendió que hacer daño también traía dolor a su cuerpo, como un eco del suyo, o quizás el pago por inflingirlo.
No importaba a qué dios se le rezase, lo importante era proteger el cuerpo contra el alma liberada del pecador para que no hallase lugar en el que esconderse hasta que Cénesis descendiese a por ella.
Sasha era lo único que lo mantenía cuerdo.
Hace muchos, muchísimos años, que Nize ya no es mi rey.
El diminutivo le quemó la lengua, llenándola de una intimidad que no quería sentir. Ahora era Verenize ·, la Luna de Veda, la Araña de Sal, el Eterno.
«No, no es mutuo», le advirtió la Cosa de Dentro, esa que burbujeaba como lava cada vez que Sasha le hablaba.
Pero una vez Rarra me dijo que un caballero no solo protegía a su rey de los demás, sino también de sí mismo. Que un caballero protegía a su rey de lo que sentía y de lo que quería... Y no he estado cumpliendo mi deber.
Quizás eso era lo que les pasaba a los presos eternos. Se volvían uno con la celda.
Nize… Verenize, iría hasta el fin del mundo contigo.

El caballero se permitió un momento para respirar hondo, para grabarse aquel instante de calma en el alma.