Éramos un desastre, muertos en pecados y esclavos del mundo y nuestros deseos: «Estabais muertos en vuestros delitos y pecados» Ef. 2:1 La depravación total nos recuerda lo perdidos que estábamos, pero la gracia de Dios nos revive. Vivamos con humildad y alegría dependiendo de Su poder q nos cambia
Todos como ovejas nos descarriamos, pero el Señor puso en Él la iniquidad de nosotros todos: Y Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. (Is. 53:6).
La expiación de Cristo no es vaga, sino precisa para Sus elegidos—tu redención fue comprada con sangre intencional, asegurando perdón eterno.
Nadie viene a Cristo sin que el Padre lo atraiga: «Nadie puede venir a mí si el Padre... no le trajere» (Jn. 6:44).
La gracia irresistible de Dios vence nuestra rebeldía, despertando fe y asegurando resurrección. Debemos responder a Su tirón soberano con rendición gozosa y vida transformada.