SalvaGutiSolís
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Escritor / Novelista / Writer escribo hilos y soy el creador de la inspectora Carmen Puerto. Ya puedes ver en el canal Tik Tok de Sony Spain Los Hilos del Miedo. Estoy en IG y X en @gutisolis
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Me pasa siempre que voy al campo. Me he perdido, no tengo ni idea de dónde me encuentro, y eso que no han pasado ni 5 minutos desde que me he bajado el coche. Ya tendría que haber llegado al punto en el que he quedado con Lía y Sergio>>>
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Espero que te haya gustado el #HiloAbejas. Si es así, no sabes cuánto te agradecería que lo compartieras. Te deseo el mejor de los días!!!
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Tras unos instantes frenéticos, el medicamento actúa y empiezo a recuperarme. Aunque su coche sí está, Sergio y Lía siguen sin aparecer. Grito sus nombres. Me acerco al vehículo y abro la puerta del conductor. Y nada más hacerlo miles de abejas escapan de su interior.

FIN
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Empujo al hombre de negro, salgo del edificio y empiezo a correr sin dirección, esquivando olivos y matorrales. De repente, encuentro mi coche y el de Lía y Sergio. Estoy a punto de perder el conocimiento, cuando consigo inyectarme la adrenalina en un muslo>>>
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Sobre la mesa hay una caja. La abro y encuentro tarros rellenos de miel. En las etiquetas puedo leer Lía y Sergio. Agarro uno cuando siento la picadura de una abeja en el cuello, en el mismo momento que el hombre de negro me pregunta:
¿Cuál es su nombre?

FIN
¿Seguimos?
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No paro de rascarme, me pica todo el cuerpo. Entro en el edificio y cierro la puerta. Recorro el oscuro pasillo, crujen los cristales cuando paso por el patio y por fin llego a la habitación donde almacena los tarros de cristal con miel. El hombre de negro no está>>>
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Al llegar al árbol del tronco negro tengo la impresión de que la mancha ha crecido. Me cuesta subir el montículo y la decepción me golpea cuando veo otra vez las colmenas. Grito "Lía y Sergio", pero solo consigo alterar a las abejas. Corro hacia la nave abandonada>>>
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Tras pedírselo, repite lo mismo de hace un rato, haciendo hincapié en el árbol de tronco negro. Nos despedimos con frialdad y comienzo a andar. Conforme avanzo, más me pica el cuerpo y más siento abejas cerca. No puedo dejar de pensar en la inyección de adrenalina>>>
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La abro y encuentro varios tarros de cristal, vacíos. Sin etiqueta.
¿Otra vez aquí?, me pregunta el hombre de negro, por sorpresa.
Sus indicaciones me han traído de vuelta, le digo.
No conozco otro camino, responde muy serio.
¿Tiene teléfono?, le pregunto.
No, responde>>>
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Qué ha pasado, he seguido las indicaciones del hombre de negro. Sin dudarlo, voy a su encuentro. Accedo por la puerta de antes y recorro el largo pasillo, que conduce al patio, y llego a la habitación con los tarros de miel. No hay nadie. Sobre una mesa ha dejado una caja>>>
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Tras pasar un montículo me encuentro otra vez con las colmenas, y el picor en mi cuerpo crece y creo ver abejas cerca. No puedo dejar de pensar en la inyección de adrenalina. Nada más bordear el letrero de “ATENCIÓN ABEJAS”, veo otra vez la nave semiderruida a lo lejos>>>
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Le doy las gracias y comienzo a andar. Pasados unos metros pienso que le podría haber preguntado si tiene teléfono. Aunque estoy cerca, prefiero avanzar. No tardo en llegar al árbol de tronco negro, y tomo el camino de la derecha. Tengo la impresión de haber pasado por aquí>>>
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En la despedida le pregunto por los tarros que he visto. Es miel, utilizo esa habitación de almacén y para atender a los clientes, me explica.
Ahora entiendo los nombres en las etiquetas de los tarros. También comprendo que me repugnara el olor: no soporto la miel>>>
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Eso está cerca, responde para mi tranquilidad.
Me indica que lo siga y salimos del edificio. Vaya por ese camino de allí, unos 200 metros, hasta que vea un árbol de tronco negro, siga por el camino de la derecha, y andando en línea recta llega hasta su coche, me explica>>>
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¿Qué está buscando?, alguien me pregunta y cuando me giro encuentro a un hombre muy alto vestido por completo de negro, con poblada barba.
Me he perdido, no dudo en responder.
¿A dónde quiere ir?, se interesa el hombre de negro. Como puedo, le explico dónde dejé el coche>>>
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Enfrente se abre otra puerta, que conduce a una oscura habitación, con un intenso y desagradable olor. En baldas se apilan tarros de cristal con algo oscuro en su interior. Descubro que todos tienen una etiqueta de papel. En el primer tarro puedo leer: Carlos, y Raúl en otro>>>
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Al llegar a la nave abandonada veo una puerta que conduce a un largo y oscuro pasillo. ¿Hay alguien?, pregunto y responde el eco de mi voz. Camino hacia la luz del final. Mis pisadas retumban. Llego a un patio con el suelo cubierto por los cristales de las ventanas del techo>>>
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Los últimos metros hasta la nave ruinosa los hago sobre lo que parecen los restos de una carretera. Aunque estoy lejos de las colmenas, los picores continúan y sigo escuchando abejas alrededor. Mi ansiedad crece: no sé dónde está el coche, no sé dónde está la adrenalina>>>
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Imagino que es mental, pero desde que he visto las colmenas me pica el cuerpo y creo sentir abejas cerca. Sigo sin encontrar mi coche y a Lía y Sergio, y sigo sin cobertura. Después de andar un rato veo un edificio a lo lejos. Aunque parece abandonado, me acerco>>>
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Soy muy alérgico a la picadura. Estuve a punto de morir a los 12 años, sufrí un shock anafiláctico. Por eso siempre llevo una inyección de adrenalina, por si me pica una abeja. Acabo de recordar que la tengo en el coche, por lo que me alejo lo antes posible de las colmenas>>>
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Llego a una explanada donde hay unas grandes cajas cuadradas. Cuando me acerco descubro un letrero que no puedo leer, porque está al revés. Voy hacia el cartel. Se me acelera el corazón cuando leo: “ATENCIÓN ABEJAS”. Por suerte no me he acercado a las cajas, que son colmenas>>>
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Ya tendría que haber llegado a donde he aparcado el coche, junto al de Sergio y Lía, que he reconocido por las lunas tintadas. Aunque se burlen de mí, los llamo por teléfono. Fuera de cobertura. Recorro el camino de nuevo y no tengo sensación de haber estado aquí>>>
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Vuelvo a escuchar el audio de Lía y creo que he hecho lo correcto: sigue por el camino 100 metros, y cuando llegues a la señal de “sendero verde” gira a la derecha, hasta donde comienzan los olivos, y toma el camino de la izquierda. Lo hago de nuevo, con el mismo resultado>>>
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Me pasa siempre que voy al campo. Me he perdido, no tengo ni idea de dónde me encuentro, y eso que no han pasado ni 5 minutos desde que me he bajado el coche. Ya tendría que haber llegado al punto en el que he quedado con Lía y Sergio>>>