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𝐌e hiciste despertar, claro que no voy a besarte. Ahora debes ser mi almohada hasta que vuelva a dormirme.

Tan pronto como su cuerpo cayó sobre la superficie acolchonada, sintiendo su cuerpo amoldarse a las mantas revueltas, su cuerpo reconoció nuevamente el deseo de no volver a moverse. No ofreció resistencia, lo dejó acomodarse encima suyo y sujetarla por las muñecas. Suspiró sonoramente. 〔 . . . 〕

Pensó que el mayor cedería a sus exigencias, por lo que no sonrió cuando él se levantó. Un par de movimientos y la rusa escaló, rodeando con ambas piernas el cuello del hombre. Las manos se aferraron al cabello del rubio.
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¿𝐐uieres que te lance al suelo?

Insultó en su dialecto natal, ambas piernas se aferran al torso impropio, al igual que sus brazos.
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¡𝐍o!

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𝐍o seas idiota. Te quedas.

Respondió con una velocidad que parecía premeditada, y aunque pretendía ser una amenaza y reprimienda, la forma en que se abrazó a él desacreditó el insulto.

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𝐌e despertaste.

Se quejó pero no reaccionó queriendo castigarlo, por lo contrario, pretendía que le diera el refugio suficiente para conciliar sueño nuevamente. Las sabanas alzó para cubrirse por encima del rostro.

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𝐂állate.

Gruñó, negada a dar inicio a su día y despertar. Sin embargo, no rechazó su cercanía. Una de sus piernas ahora lo rodeaban, junto con el brazo que padó por encima del hombro ajeno.

La rusa se remueve y emite pequeños gruñidos antes de, aún con los ojos cerrados, buscar ocultar su rostro en el pecho ajeno.

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𝐂ien no van a entrar en la cama, Steven. Pero, te lo dije antes, con gusto te ayudaré si deseas abrir un refugio.

Un nuevo beso dejó, ahora sobre la mejilla del mayor. No estaba siendo condescendiente, estaba dispuesto a colaborar con él.

﹙masc!au﹚

Su torso inclinó hacia atrás algunos centimetros para permitir que el pequeño azabache se deslizara entre ambos cuerpos, acostándose en el pequeño espacio que sus torsos le proporcionaban.
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𝐌e gusta porque eres tú, y por eso no podría cansarme.

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𝐍o estoy acostumbrado a que alguien espere por mí. Fueron muchos años de soledad.

La mano impropia sujeta para su rostro girar y un beso dejar sobre esta, y luego otro sobre los labios ajenos.
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𝐏ero me gusta tenerte conmigo.