Me aturde el eco incesante de una ausencia.

Con la misma intensidad el éxtasis divino anhela extraviarse en el más dulce y pleno abrazo, pero tan sólo logra colisionr con el vacío de la nada y su cruel anhelo.

Con la misma intensidad un febril espíritu rebosando pasión y deseo,
se empecina en derramar su bálsamo piadoso para curarle al alma su dolor y el veneno.

Con la misma intensidad ebulle el odio, la crueldad, la aversión y el desprecio; abrasando sus entrañas, obligándolos a aliviase destruyendo tanto a la ira como a su objeto.

Con la misma intensidad las fauces sanguinarias de monstruos siniestros devoran ávidamente el aliento vital que les ha confinado a su prisión e infierno.

Con la misma intensidad las emociones contrarias erupcionan acaudaladas en intentos vanos por sobreponerse en el fulgor perpetuo en su propio mundo.

Con la misma intensidad las salvajes y primigenias sensaciones galopan desenfrenadas hacia la colisión estrepitosa con lo absurdo.

El eco de todas las frustraciones que el placer no logra desdubujar.