Me mato

Nadie me ha preguntado, pero lo diré igualmente: la canción que más he escuchado en el último mes (que no aparece en mi Wrapped) es La Yugular, de Rosalía. Y me gusta porque creo que es una oda a la igualdad ontológica. No pienso desarrollar.

Y eso que en octubre dejé Spotify y me fui a Tidal, como forma de Boycott. Estos cálculos no incluyen el impacto que ha tenido LUX en mi vida

No, en serio, un delirio: desde Amaia hasta Bill Evans, pasando por Kendrick Lamar, Wilco Tindersticks y Mishima.

Seré claro, por precaución: esto no significa que me vaya a liar a tiros con ninguna de mis exs

La última vez que sentí eso con una novela fue con La novela luminosa, de Mario Levrero, así que puedo decir que hecho grandes progresos. Mi terapeuta estaría orgulloso.

Y ya con esto termino: desde que la leí en la novela esta frase de Corneille me ronda la mente: “el amor no busca la igualdad; la crea”. Los que digan que no puede haber amor entre personas de diferente edad o rango social no entienden nada de nada.

Esto es lo explica muy bien Julien en su intervención durante el juicio: que mi crimen no sirva para condenar o debilitar la causa de los jóvenes desamparados del mundo que aspiran a algo más de lo que tienen. Ese algo más, añado yo, no es poder, sino el amor creador de igualdad.

La falta de sentido del crimen y la falta de dirección de sus palabras alteran el conjunto de la novela: la desligan del régimen de causalidad que se instaura al principio del relato, y que solo puede acabar en triunfo (épica burguesa) o desgracia (tragedia plebeya)

Esa improvisación es, por supuesto, la liberación de la ambición y el deber del que Julien ha sido presa durante toda la novela. La primera vez que Julien es Julien de verdad, sin mediación del interés o el sentido de agravio.

Lo segundo que ha llamado mi atención son las palabras de Julien en el juicio. Hace días q declara su culpabilidad: no cambia de parecer. Pero cuando es condenado y Mathilde lo visita en su celda dice “¿no estuve esplendido? Estaba improvisando por primera vez en mi vida”

Mathilde sufre al pensar que pudo actuar movido por los celos. Julien afirma una cosa y la contraria: que lo hizo por ambición, lo cual no tiene sentido, o por amor, lo cual tampoco lo tiene. La mayor parte de la gente piensa en la locura o la venganza. Se le condena por homicidio sin q haya cadaver

La premeditación con que compra las pistolas no ayuda aclarar este punto, sino a oscurecerlo todavía más. ¿Acaso no se da cuenta de que será su perdición? Con posterioridad, ese vacío de sentido será el motor de narrativo de la novela: su principio del fin.

Unas tijeras que caen, la delicadeza con que Julien devuelve la espada a su lugar en la biblioteca… esa combinación de hechos aislados, al margen del régimen de causalidad del relato, es lo que Flaubert convierte en el centro de la novela.

Marca la ambición de Sorel y lo opone al amor de la señora de Rênal. Marca la altivez de Mathilde y lo opone a su anhelo romántico. No son solo dos pasiones o dos aspectos distintos de la vida. Son dos regímenes de ficción: el del cálculo egoísta y el de los pequeños acontecimientos sin fin.

Es hermoso, por ejemplo, que Julien amague con matar a la señorita Mathilde con una vieja espada medieval por sentirse ultrajado por sus comentarios clasistas, y que ella, influida por la historia de su familia, crea que en realidad lo hace por amor.

Como en toda conversación, lo letal de ese malentendido no es el desacuerdo sobre qué es la literatura, sino la creencia de que se puede llegar a saber qué es la literatura.