Pero los alemanes que llevan 15 años en Mallorca sin hablar castellano no molestan.
El problema nunca es el idioma. Es el color, el acento, la pobreza. Es el racismo.
Y el clasismo. Siempre.
Pero los alemanes que llevan 15 años en Mallorca sin hablar castellano no molestan.
El problema nunca es el idioma. Es el color, el acento, la pobreza. Es el racismo.
Y el clasismo. Siempre.