El 'Little Italy' de Madrid se asienta y se expande en Chamberí: heladerías, cafés, mercados o una librería renovada
La nueva etapa de la Librería Italiana relanza la vida cultural de una zona en la que la influencia de la Scuola Italiana Madrid y el Consulado General de Italia han impulsado los locales dedicados a la gastronomía del país transalpino. "Si quieres no hablas español en todo el día", comentan en el barrio
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Solo con poner un pie en la calle Modesto Lafuente, el italiano empezó a sonar. Quizá fue casualidad o predisposición a escucharlo, pero al atravesar la frontera invisible entre la zona de Nuevos Ministerios y esta vía del distrito de Chamberí, un joven procedente del país mediterráneo hablaba estridentemente en su idioma por teléfono. Su conversación fue el indiscreto acompañamiento sonoro en el camino hacia la Librería Italiana, uno de los negocios más característicos de una zona que puede considerarse ya el Little Italy madrileño.
Un entorno en renovación y auge que tiene en este templo de la literatura y el pensamiento transalpinos su máximo exponente. Abierta en 1984 aprovechando el tirón de dos edificios cercanos vitales para la italianidad de la zona, la Scuola Italiana Madrid y el Consulado General de Italia en Madrid (en los números 1 y 3 de la calle Agustín de Betancourt), el lugar se ha convertido en referencia para la difusión cultural italiana en Madrid y en el conjunto de España. También en un importante punto de encuentro para vecinos y vecinas que no quieren perder el vínculo con sus raíces.
Es por ello que, después de unos años “de capa caída” por el lógico cansancio de su anterior propietario, Carlos del Hierro, un grupo de cuatro mujeres se ha aliado para relanzar la Libería Italiana. Barbara Scarrone, Isabel García-Zarza y Eva Alonso se conocen desde hace 15 años porque sus hijos han asistido precisamente a la Scuola. Al proyecto se les ha unido una cuarta alma máter, Marcella Caccavale.
Un día, en una reunión de amigas, Barbara propuso lo que en principio parecía una locura irrealizable. Solo un año después de aquella idea imposible, terminada unas obras de renovación que han clausurado el local un par de meses, el establecimiento renace simbolizando la comunión de un barrio que se resiste a reducirse al terraceo.
La renovada estética y distribución de la Librería Italiana, en el número 47 de la calle Modesto Lafuente de Chamberí.
Cuando Barbara e Isabel atienden a Somos Chamberí, queda claro que sus historias representan en gran medida las de este Little Italy. Barbara, italiana de una población cercana a Torino, se casó con un español y lleva 18 años en Madrid. Al principio vivía por Pirámides, pero como sus hijos iban a la escuela italiana la familia acabó mudándose. Isabel, periodista nacida en Salamanca, tiene un marido italiano y es un amante de su cultura. Se le ilumina la cara cuando habla de Cesare Pavese o de Natalia Ginzburg.
“Hemos visto cómo la cultura italiana ha ido creciendo cada vez más. Poco a poco fueron creciendo los comercios. El Mercato Italiano tiene ocho años y el supermercado solo unos meses”, cuenta Barbara. Ya llegaremos a esos lugares, piano piano. Ahora toca hablar de esta resplandeciente alianza entre cuatro mujeres sin experiencia en la gestión cultural pero con bagajes que se amoldan a la perfección: Barbara es traductora e intérprete, Isabel se dedica al periodismo y es autora, Marcella imparte clases de literatura italiana y Eva es consultora de agencias de publicidad.
Marcella Caccavale, Barbara Scarrone, Eva Alonso e Isabel García-Zarza, las renovadoras de la Librería Italiana en el número 47 de la calle Modesto Lafuente.
Su objetivo es aportar frescura en una calle donde las mujeres han tomado la palabra, con hasta tres librerías administradas por libreras (la casi colindante Amor de Letras y Modesta Librería). Por ello, han renovado el catálogo apostando por novedades y por literatura que no será solo en italiano: “Era importante difundir la literatura italiana también en español. Tener por lo menos los grandes: Andrea Camilleri, Elena Ferrante, Ginzburg, Pavese…” apunta Isabel. El objetivo es también “atraer a las vecinas y vecinos en un barrio que se ha gentrificado, en el que se han perdido muchos negocios y en el que mucha gente ya no puede ni comprar porque no tiene ninguna mercería a mano”.
En este contexto de dificultades para muchos establecimientos tradicionales, lo italiano sí está encontrando su espacio. La última novedad es el supermercado Market Casa Italia. Frente a los negocios con una cuidada estética que comenzaron a asentarse en la zona, esta tienda del número 68 de Ponzano forma parte de una cadena que apela a la población italiana desde un punto de vista más casual. Con cuatro establecimientos en Barcelona y próximas aperturas en València y Málaga, aterrizó en Madrid a comienzos de año. Su creador, el empresario pakistaní Waseem Assad Kous, vio un filón en la población italiana migrante o turista, así como en la buena valoración de los productos del país por el resto de compradores.
Antonio, italiano que lleva dos años en Madrid, lo corrobora. Aunque vive en Puente de Vallecas, viene una vez cada dos semanas al salir del trabajo. “Hay productos como la pasta o el atún que no son iguales y que no los encuentro en otros sitios”, cuenta. “Me siento más cómodo, un poco como en el supermercado de casa”, añade con algo de morriña. Preguntado sobre cómo descubrió Market Casa Italia, contesta que “a través de Instagram”. Luego matiza que “también lo había comentado una amiga, italiana también”. Los lazos digitales y personales con la cultura propia se difumina, pero el caso es que está contentísimo con ese pequeño gran reencuentro con sus orígenes.
Antonio compra pasta en el Market Casa Italia de la calle Ponzano.
Aunque el Little Italy le es un poco ajeno, dice conocer el Mercato Italiano. Este negocio de gastronomía gourmet en el 50 de la calle Ríos Rosas integra una terna con otros dos establecimientos casi adyacentes, la heladería La Gelateria Italiana (en el portal 54) y la cafetería Non Solo Caffé (en el 52). A solo un paso de peatones de la Scuola Italiana y a no mucho más del consulado, en estas tres apuestas del cocinero y empresario Silvano Poggioni tanto la clientela como el personal proceden mayoritariamente de Italia.
En La Gelateria, Giuseppe atiende a una madre y sus dos hijas. Procede de Palermo y lleva tres años viviendo en Madrid, en Moratalaz. Porque a estos italianos que construyen el Little Italy con su trabajo, el sueldo no les da para disfrutar de él cada día en una zona tan encarecida como Chamberí.
Las pequeñas alteran con pasmosa naturalidad castellano e italiano. “Buona sera, coppetta piccola di dulce de leche”, le pide una de las pequeñas con desparpajo. Elena, su madre, explica que su marido es italiano. A Isabel no le faltaba razón cuando decía que “por toda la zona hay muchos matrimonios mixtos”.
La Gelateria y Non Solo Café, negocios adyacentes en el corazón del 'Little Italy' chamberilero.
También como en el caso de Barbara antes de que su mudara, los hijos de Elena acuden al colegio italiano aunque la familia viva en otra zona de Madrid, por Manuel Becerra. “No es un cole de barrio, viene gente de cualquier parte de la ciudad”, puntualiza. Narra también que le ha comentado varias veces a sus suegros “que se vengan a vivir a Madrid a la parte del cole, porque si quieres puedes bajar la calle y no hablar español en todo el día”. Elena concluye que el crecimiento de los negocios italianos “ha ido a más” porque “al final los italianos, como es lógico, buscan su comida”. Lo desliga eso sí a una corriente turística: “No tiene nada que ver con el Little Italy de Nueva York, no se conoce tanto”.
En Non Solo Caffé, el viaje por la geografía italiana nos lleva ahora a Roma. Es la ciudad de origen de Francesco, que trabaja como camarero. “En dos días hago tres años italiano”, dice con un acento que se mantiene impertérrito. Como Giuseppe, tampoco vive en este Little Italy, sino en Arturo Soria. Matiza, no obstante, que algunos compañeros son españoles o de otras nacionalidades. “Pero sí, saber italiano ayuda”, admite.
El Mercato Italiano es la joya de esta milla de oro transalpina, con un ambiente gourmet tomado por vinos, embutidos o quesos de origen italiano. “Viene mucha gente italiana, del colegio o de otros puntos para comprar nuestros productos”, declara Mercedes, dependienta de la tienda con ascendencia italiana y argentina. Lleva solo medio año en la capital y ella sí tiene la suerte de vivir cerca, por Islas Filipinas.
Productos de diverso tipo en el Mercato Italiano.
Según Mercedes, el fenómeno del Little Italy no es aún muy conocido y se limita a unas calles muy concretas. Preguntada acerca de si la clientela es más exigente por su proximidad y vínculo con los productos, no lo tiene claro: “Más que exigentes, lo que ocurre es que cuando vienen ya saben lo que quieren. Hay mucha gente habitual que se pasa a comprar productos: las galletas, la charcutería, los ingredientes para hacer la carbonara. Te das cuenta porque se llevan el guanciale, la pasta y el pecorino”.
La última parada de esta ruta que conviene hacer con el estómago lleno es Il Pastaio, uno de los emblemas con más años de trayectoria de este Little Italy madrileño. El restaurante, en el 49 de Ríos Rosas, abrió sus puertas hace 31 años. Solo un año más tarde, en el número 43, se sumó la tienda de pasta homónima. En ella atiende a Somos Chamberí María José, que ha sido parte esencial de esas tres décadas de historia ya que trabaja en el lugar desde 1999. Amable y servicial, la encargada insiste en que hay que probar o llevarse algo a casa para comprobar la calidad del producto.
Productos artesanos y muy italianos en el Il Pastaio.
María José elogia la labor de Il Pastaio y presume de que fue “el primer restaurante italiano del barrio”. Su dueño, Alfredo (por supuesto también italiano), vio el potencial que tenían el colegio y el consulado para atraer clientela italiana. Junto al librero Carlos del Hierro, puso la primera piedra del Little Italy. La dependiente cree que en estos años “la población italiana ha ido a más, desde hace bastante tiempo”. No deja que nadie se vaya sin recomendar “uno de los productos estrella”: la masa artesanal para pizzas. “No tiene nada que ver con la del Mercadona”, dice entre risas.
Como este Little Italy da tanta hambre, Isabel avanza medio en broma medio en serio que en la librería ya trabajan en una campaña de redes con la idea de “alimentar la mente” o “saciarnos de literatura”. Barbara cree que la cultura italiana, aunque es muy próxima a la española, sigue siendo paradójicamente “una gran desconocida”. Desde su librería seguirán poniendo un granito de arena para solucionarlo ya preparan cursos literarios o talleres infantiles.
Dispensador de libros en formato máquina expendedora de tabaco, con el mensaje "no leer perjudica gravemente la salud".
En Mi oficio, uno de los textos que componen la extraordinaria compilación Las pequeñas virtudes (libro que se puede encontrar en la librería en una edición sin traducir), Natalia Ginzburg escribía esto sobre la literatura como arraigo: “Cuando escribo historias soy como alguien que está en su tierra, en calles que conoce desde la infancia, y entre muros y árboles que son suyos”.
Quizá este Little Italy sea un poco artificial, pero lo ficticio también puede trasladarnos a un lugar casi como si estuviéramos en él. ¿Quién puede negar que no se encuentra en la mismísima Italia mientras compra el guanciale, la pasta y el pecorino entre acentos de Milán, Florencia o Nápoles?