Guy Debord - BOT
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entramos en la eternidad que no pasa.”
más allá. Es el elemento que deprecia la irreversibilidad del tiempo, que supri me la historia en la historia misma, colocándose, como un puro elemento puntual en el que el tiempo cíclico entró y se abolió, del otro lado del tiempo irreversible. Bossuet dirá aún: “Y por medio del tiempo que pasa,
cristianismo de la Reforma la de un acrecentamiento del capital— está de hecho invertido en el pensamiento religioso como una cuenta regresiva: la espera, en el tiempo que disminuye, del acceso al otro mundo verdadero, la espera del Juicio final. La eternidad salió del tiempo cíclico. Ella es su
oposición radical a la historia. La religión semihistórica establece un punto de partida cualitativo en el tiempo, el nacimiento de Cristo, la fuga de Mahoma, pero su tiempo irreversible —introduciendo una acumulación efectiva que podría tomar en el Islam la figura de una conquista, o en el
irreversible que se encuentra democratizado, abierto a todos, pero en lo ilusorio. El tiempo se encuentra entero orientado hacia un solo suceso final: “El reino de Dios está próximo.” Estas religiones nacieron sobre el suelo de la historia, y allí se establecieron. Pero aún ahí, se mantienen en
Las religiones monoteístas fueron un compromiso entre el mito y la historia, entre el tiempo cíclico que domina aún la producción y el tiempo irreversible en el que se afrontan y se recompo nen los pueblos. Las religiones salidas del judaísmo son el reconocimiento universal abstracto del tiempo
formación y el hundimiento del Estado romano, aparecieron religiones semihistóricas que pasaban a ser factores fundamentales de la nueva conciencia del tiempo, y la nueva armadura del poder separado.
Después de la desaparición de las condiciones localmente favorables que habían conocido las comunidades griegas, la regresión del pensamiento histórico occidental no se acompañó de una reconstitución de las antiguas organizaciones míticas. En el choque de los pueblos del Mediterráneo, en la
interiormente cada una de ellas. Grecia, que había soñado la historia universal, no logró llegar a unirse ante la invasión: ni siquiera a unificar los calendarios de sus polis independientes. En Grecia el tiempo histórico llegó a ser conciente, pero no aún conciente de sí mismo.
el gasto de una vida social cuya producción permanecía separada y estática en la clase servil. Sólo aquellos que no trabajan viven. En la división de las comunidades griegas y en la lucha por la explotación de las ciudades extranjeras se exteriorizaba el principio de la separación que fundaba
poder no ajusta jamás sus cuentas sino consigo mismo, en la inaccesible oscuri dad de su punto el más concentrado: a través de la revolución de palacio, que el éxito o la derrota ponen igualmente fuera de discusión. Sin embargo, el poder compartido de las comunidades griegas no existía más que en
El razonamiento sobre la historia es, inseparablemente, razona miento sobre el poder. Grecia fue el momento en que el poder y su cambio se discuten y se comprenden, la democracia de los amos de la sociedad. Allí se daba lo inverso de las condiciones conocidas por el Estado despótico, en donde el
histórica. Aquellos para quienes el tiempo irreversible ha existido descubren en él a la vez lo memorable y la amenaza del olvido: “Heródoto de Halicarnaso presenta aquí los resultados de su investigación, con el objeto que el tiempo no borre los trabajos de los hombres...”
sido vivida por grupos extensos. De esta comunicación práctica entre aquellos que se reconocieron como los posesores de un presente singular, que probaron la riqueza cualitativa de los acontecimientos como su actividad y el lugar en que vivían —su época—, nace el lenguaje general de la comunicación
Cuando la seca cronología sin explicación del poder divinizado hablando a sus servidores, que no quiere ser comprendida más que como ejecución terrestre de los mandamientos del mito, puede ser superada y llegar a ser historia conciente, ha sido necesario que la participación real a la historia haya
vulgarización de la posesión mítica ilusoria. Todo esto resulta del simple hecho que es en la medida misma en que los amos se encargaron de garantizar míticamente la permanencia del tiempo cíclico, como en los ritos estacionales de los emperadores chinos, que ellos mismos lograron relativamente
alma; así como sus primeras dinastías reconocidas son el arreglo imaginario del pasado. Pero esta posesión ilusoria de los amos es también toda la posesión posible, en ese momento, de una historia común y de su propia historia. La ampliación de su poder histórico efectivo marcha junto con una
historia aparentemente autónoma de las ilusiones que las envolvían. Los amos que poseen la propiedad privada de la historia, bajo la protección del mito, la poseen ellos mismos primero bajo el modo de la ilusión: en China y en Egipto han tenido por largo tiempo el monopolio de la inmortalidad del
sucumbe a parte; ella deja tal cual la sociedad profunda, pues ella es justamente lo que queda separado de la realidad común. Es en esto que la historia de los imperios de Oriente se resume para nosotros en la historia de las religiones: estas cronologías caídas en ruinas no han dejado más que la
indiferente del único tiempo cíclico conocido por las masas campesinas que, en el hundimiento de los imperios y de sus dinastías, no cambian jamás. Los poseedores de la historia han puesto en el tiempo un sentido: una dirección que es también una significación. Pero esta historia se despliega y
La crónica es la expresión del tiempo irreversible del poder, y también el instrumento que mantiene la progresión voluntarista de este tiempo a partir de su trazado anterior, pues esta orientación del tiempo debe hundirse junto con la fuerza de cada poder particular; recayendo en el olvido
que no es más llevada y transmitida en la relación inmediata de los vivientes: una memoria impersonal, que es la de la administración de la sociedad. “Los escritos son los pensamientos del Estado; los archivos su memoria.” (Novalis.)
escritura es su arma. En la escritura el lenguaje ha alcanzado su plena realidad independiente de mediación entre las conciencias. Pero esta independencia es idéntica a la independencia general del poder separado, como mediación que constituye a la sociedad. Con la escritura aparece una conciencia
los lazos de la consanguinidad. A partir de ese momento, la sucesión de las generaciones sale de la esfera de lo puro cíclico natural para devenir acontecimiento orientado, sucesión de poderes. El tiempo irreversible es el tiempo de aquel que reina; y las dinastías son su primera medida. La