Reseña interruptus: La península de las casas vacías de David Uclés
Idioma original: españolAño de publicación: 2024Valoración: N/A A estas alturas, creo que no cabe duda de que, en lo que se refiere a la narrativa española, La península de las casas vacías es uno de los libros del año, si no el libro del año (aunque se publicase al final del anterior). Ha ganado ya unos cuantos premios, y apostaría algo a que también va a ganar el Premio Nacional de Narrativa de 2025, por aclamación popular, como pasó con Patria de Fernando Aramburu. Por lo que se lee en internet (quizás, al menos en parte, como estrategia de promoción editorial), también el público está encantado con el libro, y su autor no para de dar entrevistas y ser protagonista y autor de artículos y reportajes. Bueno, pues a mí no me ha gustado. Ya está. Ya lo he dicho. De hecho, según lo que me dice el eReader, leí el 33% de la novela (aunque hojeé hasta la mitad, porque quería llegar al "Interludio") antes de abandonarla. Para ser justo, porque no he leído la novela entera, no le voy a dar valoración, pero intento explicar a continuación los aspectos que me han llevado a abandonarla, entre aburrido e indignado. Como soy un chico muy limpio y ordenado, organizaré estas ideas en cinco apartados:
* Realismo mágico
* Novela histórica
* Técnicas narrativas
* Iberismo
* Ideología
1.- Realismo mágicoCasi lo primero que se dijo sobre esta novela (y que el autor ha repetido luego hasta la extenuación) fue que contaba la Guerra Civil desde el prisma del realismo mágico. Y esto se decía con admiración, casi con alivio. "¡Por fin alguien cuenta la Guerra Civil desde el prisma del realismo mágico!", parecían decir, como si fuera algo que necesitásemos más que el comer. Personalmente, no veo muy bien la necesidad de aplicar una técnica desarrollada hace unos sesenta años en otro contexto literario y cultural, para contar el trauma histórico de la Guerra Civil. Ojo, a tope con la polinización cultural, no estoy hablando de que no se puedan recibir y asumir influencias, pero presentarlas como lo más nuevo de lo nuevo, como la salvación de la narrativa española, no me convence. Por otra parte, esto del realismo mágico es la primera de las varias cosas de la novela que me parecen mal cocinadas o mal digeridas. De hecho, las primeras treinta páginas de novela son tan García Márquez que García Márquez podría cobrar derechos si todavía estuviera vivo. Tenemos ahí el complicadísimo árbol genealógico de los Buendía... perdón, de los Ardolento, seguido de varios capítulos en los que el nacimiento de un niño se relaciona con diferentes eventos sobrenaturales. Imaginación no le falta al autor, no lo niego, pero en conjunto todo este aspecto de la novela es tremendamente "derivativo", como dicen en inglés.
Porque es que, además, el realismo mágico nace precisamente (o así lo defiende al menos Gabo, y la crítica especializada) de una particular visión del mundo, en la cual este tipo de fenómenos sobrenaturales son asumidos como parte de la propia realidad, que no se rige por las fronteras y definiciones racionalistas europeas (como explica el concepto de lo "real maravilloso" de Alejo Carpentier). En cambio, la sensación que da aquí es que tenemos técnica sin esencia, fuegos artificiales literarios que no transmiten una particular visión del mundo. Es verdad que la novela también incluye elementos que cabría describir como "costumbristas", en que se describen con un tono casi etnográfico diferentes costumbres y creencias de la comunidad de Jándula, pero estas son claramente diferentes y diferenciadas de los elementos inverosímiles o irreales, que carecen de esta contextualización cultural. Además, estos elementos son identificados como claramente sorprendentes o increíbles, al contrario de la naturalidad con la que se cuenta cómo Remedios la Bella asciende a los cielos mientras cuelga la colada en Cien años de soledad.
2.- Novela históricaLa segunda capa que compone el entramado de La península... es la del género de la novela histórica. Este género se caracteriza por reconstruir momentos de un pasado más o menos lejano, normalmente de la historia nacional, centrándose en un conjunto de personajes reales o ficticios, comunes o heroicos, y entrelazando los planos individual y colectivo. Bueno, pues este es otro molde genérico que me parece mal digerido en esta novela. Como también dicen todas las reseñas y entrevistas, esta novela narra la historia de la descomposición y aniquilación de la familia Ardolento durante la Guerra Civil. Lo individual (la familia) y lo colectivo (la Guerra Civil), por lo tanto; se diría que vamos bien. El problema es que ambos planos parecen fluir casi en paralelo, escasamente integrados, y de hecho hay varios capítulos (que en ocasiones se disfrazan como "augurios" de la tía Eva) en la que se nos va narrando, de forma un poco escolar, los acontecimientos históricos en que se sitúa la acción. También hay capítulos en los que se nos habla de Franco y su estrategia militar o política, de diferentes batallas o acontecimientos de la Guerra Civil (volveré a esto más tarde), pero estos capítulos no se relacionan directamente con la acción ni con la historia de los protagonistas. Quizás como consecuencia de esto, debo decir (y que me perdonen todos los lectores a los que esta novela les ha emocionado) que las aventuras y desventuras de los Ardolento no han conseguido atraparme en absoluto. Quizás sea por la multitud de personajes, por la narración fragmentaria y distanciada (también vuelvo a esto a continuación) o porque simplemente no me han parecido particularmente apasionantes, pero no he conectado con el destino de los personajes ni me ha importado demasiado lo que les iba sucediendo. En resumen, que ni la parte colectiva ni la individual me han parecido particularmente logradas, y la ligazón entre ambas simplemente no existe o no es suficientemente fuerte. 3.- Técnicas narrativasComo decía en el párrafo anterior, a los dos modelos literarios mencionados en los apartados anteriores (realismo mágico y novela histórica), el autor superpone aún un conjunto de técnicas que cabría calificar como posmodernas, tales como el fragmentarismo, la autoconsciencia narrativa explícita o la autoficción, que en mi opinión tienen un efecto de distanciamiento que quizás no fuera exactamente el pretendido por su autor. El fragmentarismo es evidente también desde las primeras páginas: la novela se compone de capítulos relativamente breves (algunos, de una única página) intercalados por epígrafes; estos capítulos nos ofrecen las historias y los puntos de vista de infinidad de personajes, y también, como decía antes, nos van explicando el contexto histórico en que se sitúa la acción en cada momento. El segundo aspecto se manifiesta, sobre todo, en la presencia constante, omnisciente y omnipotente del narrador, con el que los personajes dialogan o debaten, que manipula la narración, y controla las acciones y palabras de los personajes; incluso llega a introducirse en el mundo ficcional para, en uno de los capítulos, dialogar con el mismísimo Francisco Franco, un fragmento que me ha hecho pensar en la película Madregilda. Me suelen gustar bastante este tipo de juegos, pero también aquí han tenido el efecto contrario, me han parecido algo forzados y han contribuido a sacarme de la novela. En cuanto a la autoficción (¡Guerra Civil y autoficción, tremendo combo!), este es un aspecto más presente en lo que rodea a la novela (las entrevistas, la promoción del libro, etc.) que en la propia novela, aunque también esté sugerido aquí. David Uclés ha repetido varias veces que ha querido reconstruir la historia de su familia, y también ha explicado que ha recorrido España recogiendo historias ajenas, pretendiendo así darle a su novela un cierto espíritu documental que, la verdad, en mi opinión no casa demasiado bien con el impulso imaginativo del realismo mágico. O estamos a setas, o estamos a rólex, pero las dos cosas al mismo tiempo... 4.- IberismoAunque la novela narre la Guerra Civil española, no se sitúa en España, sino en Iberia, un país que reúne los territorios de España y Portugal, ahora rebautizado como "Lusitania". Sé que a la mayoría de los lectores este aspecto no les debe de haber incomodado tanto como a mí, e incluso igual les ha parecido una ocurrencia simpática, pero yo lo veo como un capricho del autor que no está justificado por el propio mundo narrativo, sino que es una imposición autoral que provoca más problemas de los que resuelve. Lo divertio de las ucronías es imaginar una rama diferente de la historia, y perseguir todas sus consecuencias o bifurcaciones lógicas; aquí, la unificación de Iberia parece ser una boutade sin consecuencias y sin demasiadas explicaciones. Es verdad que, como he mencionado antes, la novela tiene un "Interludio" en el que se explica la historia de Iberia, los motivos y tiempos de su unificación, así como de su relativa autonomía política, y en el que el autor (que no el narrador) lanza un manifiesto iberista. Pero esto no evita la sensación de extrañeza, y hasta de cierta incomodidad, que provoca leer frases como que Alfonso XIII fue "el último rey de Iberia" o que en 1931 "Iberia latía ilusionada ante una nueva república". Al final, lo que tenemos es la obra de un autor español, que extrapola la historia de España y la impone también a Portugal (perdón, Lusitania), que ocupa por lo demás un papel absolutamente marginal en el texto. Por muy buena intención que pueda tener el autor, más que iberismo esto parece un expansionismo español, que no sé si sería muy bien recibido en Lusitania (perdón, Portugal). 5.- IdeologíaDejo para el final el aspecto sobre el que más había oído hablar, al menos entre los detractores de la novela (que también los hay): su equidistancia entre los dos bandos de la Guerra Civil, nacionales y republicanos. Aunque no es fácil formarse una opinión propia, porque las expectativas previas sin duda condicionan la lectura, con lo que he leído de la novela y, también, con las declaraciones que le he leído al autor antes y después de leerla, diría que esta opinión es generalmente cierta, aunque con algunos matices. Empiezo aclarando que el autor no comparte ningún tipo de negacionismo con respecto a la Guerra Civil: en la novela queda claro que fueron los militares los que se sublevaron contra la República y la traicionaron, o que Franco fue un dictador que se las arregló para librarse de cualquier aliado u opositor que pudiera hacerle sombra. También se narran en la novela las masacres de la plaza de toros de Badajoz o de la "Desbandá"; claro que, como si esto le provocase alguna mala conciencia, inmediatamente se equilibran con la matanza de Paracuellos o con alguna atrocidad republicana contra la Iglesia. Todos mataron mucho y muy mal, vamos. En definitiva, digamos que la novela intenta mostrar una especie de "sentido común" de consenso en relación con la Guerra Civil, insistiendo mucho (sobre todo a través de los epígrafes) en la idea de las dos Españas, el conflicto fratricida, la "pelea a garrotazos" de Goya. Y por supuesto que, para muchos de los implicados en el conflicto, esto fue así: familias separadas, hermanos contra hermanos, personas alistadas para un ejército u otro en función de dónde les cogiese el levantamiento. Lo que pasa es que, a otro nivel diferente, a un nivel político, ideológico, histórico, 90 años después ya todos sabemos que ambos lados no eran iguales: uno era un ejército fascista, liderado por el futuro dictador y apoyado por la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler; el otro era un ejército ideológicamente diverso y no siempre bien avenido, representante de una democracia legítima, con escaso apoyo internacional. La península de las casas vacías, en otras palabras, aunque no ignora el contexto histórico y político, parece insistir en trasladar el conflicto al ámbito de lo individual o de lo privado, en el que, efectivamente, aquello fue una masacre y una inhumanidad absoluta. Hay aún otro aspecto que se añade a esta discusión, que ya no pertenece solo a la novela: me refiero a la insistencia del autor en declararse apolítico (lo hace en la propia obra, en ese capítulo que mencionaba antes en el que el narrador habla con Franco), como si intentase no ofender a nadie o, no quiero pensar mal, no perder ningún lector para su novela. En una entrevista reciente, el autor dice, por ejemplo: "En mi país se mueven por lo que no quieren que tenga el otro. La falta de ideales se refleja en el voto negativo. El racismo. El nacionalismo, la idea de que lo propio es mejor". Cabría preguntarle a David Uclés cuál es el sujeto de esa frase; si se aplica por igual a todos los partidos políticos, a todas las ideologías por igual. En estos tiempos que estamos viviendo, y más aún cuando el autor ha afirmado pública y abiertamente su homosexualidad, no adoptar una posición firme contra quienes quieren retroceder a tiempos más oscuros y con menos derechos, me parece un error político evidente - que tiene también, claro, consecuencias literarias en La península de las casas vacías. ConclusiónVoy terminando, que la reseña ya va larga y los propios lectores de ULAD van a abandonarla, como hice yo con la novela. No se le puede negar a La península de las casas vacías su valentía, y no solo por su extensión: por intentar dar una visión amplia, polifónica, imaginativa y personal de un momento histórico tan revisitado como la Guerra Civil. Con ese objetivo, el autor ha tomado una serie de decisiones técnicas y estéticas, como la adopción del realismo mágico o de un narrador explícito e intromisivo, que aunque a otros lectores y críticos les han parecido encomiables, a mí me han resultado forzadas y algo artificiales. En conjunto, y ciñéndome a lo puramente literario, me ha parecido una novela construida con muchos ingredientes potencialmente interesantes, pero mal cocinados. A esto se une la cuestión ideológica, que forma parte, inevitablemente, de la lectura de cualquier obra sobre la Guerra Civil. Está claro que David Uclés ha intentado ir en su obra contra lo que él llama "la moralina de los buenos y los malos", y no hay duda de que hay alguna literatura (ciertas obras de Almudena Grandes, por ejemplo, aunque sea algo incómodo decirlo) que adolecen de un maniqueísmo exagerado. Pero pasar de ese maniqueísmo a una equidistancia que no se da solo a nivel de personajes individuales, sino a nivel de político, como si todas las violencias hubieran sido igual de estructurales, igual de brutales, igual de prolongadas en el tiempo, resulta también muy problemático. Muy, muy problemático.